ORIGEN: http://www.consumer.es/web/es/alimentacion/aprender_a_comer_bien/alimentos_a_debate/2010/03/15/191750.php
Dentro de los aceites vegetales, el de oliva encabeza la lista de beneficios para el organismo, pero no es el único con propiedades saludables
El zumo más consumido en nuestro país no se obtiene de la naranja, sino de la aceituna. El aceite de oliva es un tesoro gastronómico que conjuga como pocos el placer para el paladar y el cuidado de la salud. Ayuda a disminuir el colesterol malo del organismo, lo protege del riesgo de padecer enfermedades coronarias, facilita la digestión y además, contiene propiedades antioxidantes. Y todo ello sin dejar de ser un clásico en los aliños de ensaladas, un recurso que aporta personalidad en las salsas y el mejor compañero en las frituras. Ahora bien, el aceite de oliva domina, pero no monopoliza. El de girasol se mantiene como el segundo tipo de aceite más consumido en nuestro país. En muchos hogares, su modesto precio es su mejor carta de presentación. Pese a que la fama, bien merecida, la acapara el aceite de oliva, el de girasol representa una alternativa económica que también destaca por sus propiedades nutritivas y cuyo consumo aporta efectos cardioprotectores. Para exprimir al máximo sus propiedades, es recomendable conocer sus atributos para el organismo y seguir unos sencillos consejos en su uso y conservación.
Última actualización: 16 de marzo de 2010
El milagro del aceite virgen extra
- Imagen: Pawel Kryj -
El aceite de oliva es un bálsamo para el cuerpo gracias a su composición: cerca del 85% de la grasa que contiene es insaturada, la más saludable. En ella se concentran ácidos monoinsaturados como el oleico, que es el más equilibrado, y el poliinsaturado ácido linoléico. Este cóctel nutritivo ayuda a disminuir el colesterol malo (LDL-c) del organismo al mismo tiempo que conserva el bueno (HDL-c) y, en consecuencia, previene las enfermedades cardiovasculares. El listado de remedios no acaba ahí. El aceite de oliva también ayuda a mantener baja la presión sanguínea y alivia los efectos de la artritis. Gracias a su poder antioxidante, este tipo de aceite mejora el flujo cardiovascular y ayuda a retardar el proceso de envejecimiento de las células. Además, contiene vitaminas A y E, y su consumo contribuye a mejorar el aspecto y tersura de la piel. Entre los distintos tipos de aceite de oliva que se comercializan, el más apreciado en el ámbito culinario y nutricional es el aceite de oliva virgen extra. Es la máxima categoría comercial y se obtiene del prensado de las aceitunas sin otra manipulación que la mecánica. No puede superar una acidez de 0,8º. Le sigue en la clasificación el aceite virgen, para el que se sigue el mismo proceso de elaboración que el anterior, aunque su puntuación en la cata es más baja y su acidez es diferente, tiene un máximo de hasta 2º. Estos números representan el porcentaje de ácidos grasos libres, ácidos que aparecen cuando las aceitunas se encuentran en mal estado o el aceite ha sido inadecuadamente tratado o conservado. Por tanto, en los aceites vírgenes, a menor acidez, mayor calidad. El tercer tipo se denomina aceite de oliva. Es el más consumido y está compuesto por una mezcla de aceite de oliva refinado y virgen. En esta clase de aceite el grado de acidez (el máximo permitido es 1) no es un indicador de calidad. Por último, se halla el aceite de orujo de oliva, que no pertenece a la familia de los vírgenes y es el de peor calidad.
El aceite de girasol también cuenta
El de girasol es, junto al de soja y el de maíz, un aceite de semillas. Está formado por grasa en un 99,9%, al igual que el de oliva. En su composición sobresalen los ácidos grasos poliinsaturados, de los que destacan el ácido linoleico (omega 6) y el ácido alfa-linolénico (omega 3). Estos ácidos grasos son componentes importantes de las membranas celulares, son necesarios para el crecimiento y la reparación de las células, y están relacionados con sustancias del organismo responsables de regular la presión arterial, la respuesta inflamatoria o la coagulación sanguínea. Los dos se consideran esenciales y deben consumirse a través de los alimentos, ya que el organismo no los puede producir por sí solo. El aceite de girasol también aporta grasa monoinsaturada en forma de ácido oleico, pero en menor cantidad que el que se encuentra en el aceite de oliva.
El de girasol ejerce a su vez una acción antioxidante ya que es, después del aceite de germen de trigo, el más rico en vitamina E. Por otro lado, las grasas poliinsaturadas que contiene el aceite de girasol generan efectos cardioprotectores en el organismo: ayudan a reducir los niveles de triglicéridos, disminuyen el riesgo de formación de coágulos sanguíneos y previenen la trombosis y los accidentes cardiovasculares-cerebrovasculares. La vitamina E que proporciona este aceite ayuda a evitar la oxidación de las células del organismo y a protegerlo de la acción de los radicales libres. Esto se traduce en un menor riesgo de padecer enfermedades degenerativas como la arterioesclerosis y ciertos tipos de cáncer. Pero las bondades de este alimento tan completo no acaban aquí, ya que sus propiedades beneficiosas son mayores cuando el aceite que se consume pertenece a la categoría de "alto oleico". Una denominación que se obtiene a partir de semillas de girasol especiales. El resultado es un aceite con propiedades muy similares al de oliva. Sin embargo, no comparten el mismo precio. Es una alternativa intermedia. Ni cuesta tanto como el de oliva, ni es tan económico como el de girasol convencional.
diumenge, 23 de maig del 2010
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